Voy a hablar de una gran controversia, suscitada en el campo de la salud, y que tiene que ver con los riesgos de la cloración del agua que bebemos. Para proteger la calidad del agua cada país establece su propia reglamentación y estándares de calidad; la legislación delimita las sustancias pueden estar en el agua potable y cuáles son las cantidades máximas permitidas para cada elemento. Formulados los niveles máximos de los contaminantes y según la fuente de origen del agua, se eligen las metodologías para purificar y adecuar el agua a lo que la ley determina como potable. En este sentido, para evitar la proliferación bacteriana se le agrega cloro; con esta sustancia comienzan los problemas de la potabilización. La razón por la cual se utiliza el cloro es su capacidad desinfectante, especialmente por su efecto tóxico en bacterias nocivas que pueden contaminar el agua. Sin embargo, las evidencias sostienen que el uso de esta sustancia en el agua que se usa para beber trae consecuencias tan graves para la salud que pueden ser tan o más graves que las que se busca neutralizar; es importante destacar que el cloro resulta peligroso tanto por la ingesta como por la absorción a través de la piel. "Una consecuencia de la cloración del agua son los efectos cancerígenos hallados en quienes la beben." La predisposición a padecer enfermedades oncológicas cuando se consume agua clorada se ha establecido en el cáncer de hígado, estomago, riñón, recto, y colon, así como las enfermedades del corazón, arteriosclerosis, anemia, presión alta y alergias. El agua clorada contiene compuestos carcinógenos que resultan de la combinación del cloro y compuestos en el agua. Estos químicos son conocidos como organoclorados y se degradan con mucha dificultad, acumulándose en los tejidos adiposos del cuerpo; estas nefastas sustancias predisponen alteraciones del ADN y alteran el sistema inmunológico al punto que interfieren con los mecanismos que controlan el crecimiento de células para que no se vuelvan anormales. También podemos intoxicarnos por derivados de esta sustancia al utilizar filtros de café que han sido blanqueados con cloro; en este caso el peligro es conocido como Dioxín, un derivado de estos procesos, que se cree que es el cancerígeno más potente que existe. Esta sustancia está presente en los pañales desechables, las toallas y servilletas de papel o en el papel higiénico.
Otra consecuencia nociva de la cloración del agua es la posible destrucción de proteínas en el cuerpo humano, causando efectos severos en la piel y los cabellos. En cuanto a los peligros del contacto externo con el cloro, se ha observado que cuando los niños con menos de de dos años empiezan a nadar en piscinas cloradas, diez años después tienden a desarrollar lesiones irreversibles en el sistema respiratorio. Según un estudio realizado en Bélgica, las lesiones generan permeabilidad pulmonar debido a la pérdida del 20% de sus células bronquiales, las cuales están encargadas de neutralizar la entrada en los pulmones de cualquier sustancia dañina. Como agravante debemos decir que las lesiones producidas por el cloro son irreversibles puesto que se ven afectadas las células madre del epitelio respiratorio que cumplen la función de producir proteínas antiinflamatorias; las consecuencias son la manifestación de un aumento del 23% de casos de asma y un 37% de bronquitis, cuando se trata de niños que fueron bebés nadadores. Las evidencias comprometen aún más la credibilidad de quienes sostienen que el uso del cloro en el agua para uso personal es seguro. La mayoría de las personas aún no ha tomado conciencia del alcance que tienen los ácidos grasos esenciales para la salud en general, y en especial para el buen funcionamiento de las defensas y el sistema nervioso; estas sustancias se ven deterioradas por los procesos de industrialización de los alimentos y por lo tanto la ingestión que solemos hacer de ellas es insuficiente si no tomamos ciertos recaudos; para saber más del tema, recomiendo la lectura de mis libros "Recuperar la Salud" y "Esclerosis Múltiple, su tratamiento según un enfoque físico, psicológico y espiritual", ambos desarrollan suficientemente este tema. Complicando esta situación, el cloro los destruye junto con la vitamina E, que entre otras cosas, protege los ácidos grasos esenciales de la oxidación; cualquier estrategia de salud basada en la medicina natural que incluya la suplementación de ácidos grasos esenciales o fosfolípidos (aceites de prímula, borraja, sésamo, lino, pescado o lecitina), debe necesariamente considerar la inclusión de nutrientes antioxidantes (vitaminas E y C, betacaroteno, selenio, zinc, etc.) y erradicar el agua clorada. También encontramos que el agua clorada compromete el equilibrio de la flora intestinal, indispensable para la buena digestión de los alimentos y funcionamiento de nuestro sistema inmunitario; con frecuencia, los especialistas en salud natural observamos como algunas patologías como acné, piorrea, seborrea y eczema mejoran al comenzar a beber agua sin cloro y suplementar la dieta con sustancias prebióticas y prebióticas como la salsa de soja, el miso, el chucrut o el yogur. Si no tenemos un filtro apropiado o no accedemos a un agua de calidad, podemos tomar la precaución de remover el cloro dejándola unas horas en reposo de tal forma que este se evapore; esta sería la estrategia de mínima para asegurarnos que al menos no vamos a intoxicarnos con esta sustancia disruptora de procesos vitales… si deseamos gozar de una buena salud, claro está.
Otra consecuencia nociva de la cloración del agua es la posible destrucción de proteínas en el cuerpo humano, causando efectos severos en la piel y los cabellos. En cuanto a los peligros del contacto externo con el cloro, se ha observado que cuando los niños con menos de de dos años empiezan a nadar en piscinas cloradas, diez años después tienden a desarrollar lesiones irreversibles en el sistema respiratorio. Según un estudio realizado en Bélgica, las lesiones generan permeabilidad pulmonar debido a la pérdida del 20% de sus células bronquiales, las cuales están encargadas de neutralizar la entrada en los pulmones de cualquier sustancia dañina. Como agravante debemos decir que las lesiones producidas por el cloro son irreversibles puesto que se ven afectadas las células madre del epitelio respiratorio que cumplen la función de producir proteínas antiinflamatorias; las consecuencias son la manifestación de un aumento del 23% de casos de asma y un 37% de bronquitis, cuando se trata de niños que fueron bebés nadadores. Las evidencias comprometen aún más la credibilidad de quienes sostienen que el uso del cloro en el agua para uso personal es seguro. La mayoría de las personas aún no ha tomado conciencia del alcance que tienen los ácidos grasos esenciales para la salud en general, y en especial para el buen funcionamiento de las defensas y el sistema nervioso; estas sustancias se ven deterioradas por los procesos de industrialización de los alimentos y por lo tanto la ingestión que solemos hacer de ellas es insuficiente si no tomamos ciertos recaudos; para saber más del tema, recomiendo la lectura de mis libros "Recuperar la Salud" y "Esclerosis Múltiple, su tratamiento según un enfoque físico, psicológico y espiritual", ambos desarrollan suficientemente este tema. Complicando esta situación, el cloro los destruye junto con la vitamina E, que entre otras cosas, protege los ácidos grasos esenciales de la oxidación; cualquier estrategia de salud basada en la medicina natural que incluya la suplementación de ácidos grasos esenciales o fosfolípidos (aceites de prímula, borraja, sésamo, lino, pescado o lecitina), debe necesariamente considerar la inclusión de nutrientes antioxidantes (vitaminas E y C, betacaroteno, selenio, zinc, etc.) y erradicar el agua clorada. También encontramos que el agua clorada compromete el equilibrio de la flora intestinal, indispensable para la buena digestión de los alimentos y funcionamiento de nuestro sistema inmunitario; con frecuencia, los especialistas en salud natural observamos como algunas patologías como acné, piorrea, seborrea y eczema mejoran al comenzar a beber agua sin cloro y suplementar la dieta con sustancias prebióticas y prebióticas como la salsa de soja, el miso, el chucrut o el yogur. Si no tenemos un filtro apropiado o no accedemos a un agua de calidad, podemos tomar la precaución de remover el cloro dejándola unas horas en reposo de tal forma que este se evapore; esta sería la estrategia de mínima para asegurarnos que al menos no vamos a intoxicarnos con esta sustancia disruptora de procesos vitales… si deseamos gozar de una buena salud, claro está.
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